Al igual que Prometeo, que encendió la primera revolución contra el monopolio del saber y que infundió el fuego del conocimiento en la conciencia del hombre, Victor Frankenstein, la versión romántica decimonónica de Prometeo, infunde la chispa de la vida en la materia inmóvil, celebra la eliminación de la enfermedad y establece para una nueva especie agraciada con la inmortalidad en un intento de crear un mundo utópico. Del mismo modo, la sociedad futurista de Fahrenheit 451 representa una utopía en la que la gente disfruta de la tecnología avanzada en todos los aspectos de la vida. El bienestar aportado a la humanidad por la tecnología avanzada hace que todo el mundo celebre una vida relajada y sin sobresaltos, y si se pudiera añadir, ¡hasta las guerras podrían resolverse en un abrir y cerrar de ojos! Sin embargo, el sistema de la naturaleza se resiste a conceder la inmortalidad a la humanidad, ni a heredar la vida a una nueva especie, como predicen los acontecimientos de Frankenstein. No obstante, el resplandor de las pantallas de plata en Fahrenheit 451 secuestra ojos y mentes, borra recuerdos y legados humanos y crea generaciones sin memoria que sustituyen el pensamiento por el entretenimiento, el libro por la televisión.
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