28,99 €
inkl. MwSt.
Versandkostenfrei*
Versandfertig in über 4 Wochen
payback
14 °P sammeln
  • Broschiertes Buch

Málaga, 3 de enero de 1983. Todo sucedió cuando decidí irme a trabajar fuera de mi ciudad natal, a otra ciudad hermana de la misma región. "Estaba dormido o tal vez soñando despierto", la verdad es que observaba un fenómeno misterioso, una luz sutil parpadeando en el cielo acompañada de un sonido impactante. Miré a mi alrededor y la gente parecía ajena a tal evento. En el parque, los niños se deslizaban por el tobogán, saltaban en un castillo hinchable y las risas y carcajadas resonaban por todas partes, sin que nada pareciera molestarles. La luz cambió de tono y las nubes comenzaron a…mehr

Produktbeschreibung
Málaga, 3 de enero de 1983. Todo sucedió cuando decidí irme a trabajar fuera de mi ciudad natal, a otra ciudad hermana de la misma región. "Estaba dormido o tal vez soñando despierto", la verdad es que observaba un fenómeno misterioso, una luz sutil parpadeando en el cielo acompañada de un sonido impactante. Miré a mi alrededor y la gente parecía ajena a tal evento. En el parque, los niños se deslizaban por el tobogán, saltaban en un castillo hinchable y las risas y carcajadas resonaban por todas partes, sin que nada pareciera molestarles. La luz cambió de tono y las nubes comenzaron a oscurecerse como si se estuviera formando un huracán. Volví a mirar a mi alrededor, pero la gente seguía indiferente como si no estuvieran presentes en este lugar. De pronto, ocurrió lo que temía: un crujido infernal y todo comenzó a girar. Las nubes se desplomaron como las hojas de los árboles en otoño y el tiempo se detuvo. Acto seguido, pude ver cómo la ciudad seguía intacta, ¡pero la gente y los autos habían cambiado de forma! Las vestimentas no correspondían con el año 1983 y los autos carecían de neumáticos. ¿Pero qué había ocurrido realmente con los niños? ¿Eran o no los mismos que jugaban en el tobogán y en el castillo hinchable? "Tal vez eran otros niños", estos jugaban en silencio con unos artefactos que jamás había visto antes. Por un momento llegué a pensar que el misterioso suceso ocurrido recientemente me había bloqueado, dejándome en un fuerte shock emocional. Decidí cruzar la calle para observar los establecimientos públicos. Entré en una cafetería y me apresuré a tomar un buen desayuno que me devolviera a la realidad. Me sorprendió ver tanta gente junta y no escuchar ni siquiera el zumbido de una mosca. Se miraban, pero sus labios no se movían. En ese lugar no conocían el café, y mucho menos los famosos tejeringos conocidos como churros. Me senté junto a la ventana, desde donde podía ver la calle, los autos inusuales, la gente pasar sin prisa alguna, y las gotas nítidas y cristalinas de la lluvia cayendo sobre el asfalto de una ciudad única. El camarero se acercó, mirándome fijamente a los ojos y dedujo lo que iba a tomar. La sorpresa fue cuando regresó en tan solo 3 segundos con té y unas pastas saladas. Le di las gracias y seguidamente comenté el suceso reciente, esperando una respuesta, pero él no contestó; me miró de nuevo y escuché su voz, ¡pero no abría la boca! Le pregunté si podía ver las noticias en la televisión; me miró extrañado y me respondió con ironía, haciéndome otra pregunta."¿Qué es una televisión?", comenzado a reír sin mover los labios. La gente empezó a murmurar porque yo movía mis labios; ese gesto les perturbaba. Se oían voces estruendosas que decían: "Paga y vámonos". No sabía qué querían decir con esas galimatías. El camarero me miraba fijamente con gran preocupación y decía que la gente le llamaba por su nombre, "Paga y Vámonos", para indicarle que dejara ya ese tema. Comprendí que hacer preguntas en ese lugar también molestaba a la gente. Una pareja se me acercó y, mirándome a los ojos, se presentaron diciéndome: "Me llamo Frígida Martínez y él es mi marido, Saúl Rompeolas". Les oía hablar sin mover sus labios, pero lo cierto es que tal vez el lugar tan extraño en el que me encontraba hacía todo esto posible. Estuvieron, no sé, unos 5 minutos a mi lado; al final, me invitaron a visitar su casa donde responderían a todas las preguntas que necesitara hacerles. Acepté de buen grado, ya que en sus miradas veía amabilidad y sinceridad. "Paga y Vámonos" me miró de nuevo y me tendió su mano, la cual no pude rechazar. Pero al estrecharle la mano, sentí un pequeño escozor en los dedos; veía como unas pequeñas ventosas puntiagudas perforaban mi piel succionando mi sangre en unos segundos. El camarero me agradeció muy cordialmente la visita."Esperando que volviera de nuevo, ya que siemp
Hinweis: Dieser Artikel kann nur an eine deutsche Lieferadresse ausgeliefert werden.