En los años sesenta y setenta surgió en Estados Unidos un movimiento feminista que cuestionaba la situación de la mujer en la familia y en el trabajo. Betty Friedan fue la voz de aquellas mujeres sin voz cuya vida se limitaba a amamantar a los bebés, socializar a los niños y realizar las tareas domésticas. Sin embargo, no estaba de acuerdo con las feministas radicales, a las que instaba a no luchar contra los hombres y a no ir demasiado lejos en sus reivindicaciones de igualdad. Los científicos sociales y las novelistas ofrecen diferentes puntos de vista para entender la familia. Los sociólogos creen que las mujeres tienen que dejar el mundo laboral a los hombres para mantener la estabilidad familiar. Las novelistas piensan de otro modo y crean mujeres en busca de autoestima e identidad a través de la independencia económica y la salud mental.
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