Mauricio y Luz de Luna vivieron un amor adolescente siguiendo los cánones y matices de este tipo de pasión. El primer contacto abrió las compuertas de la carne, empero, nunca traspasaron las fronteras de lo prohibido. Pese a que el cuerpo le había susurrado a ella temprano, a sus 7, acaballada en el tibio tubo de la canal. Muchos enemigos acecharon la relación: el dinero, La madre, la hija de la casera de su amado quien le abría la promesa de convertirse en millonario a cambio de desposar a aquella y sobre todö la lucha revolucionaria que a través del partido comunista lo adoctrinaba desde Rusia. Mauricio con sus ideas revolucionarias se había convertido en alguien incomodo, estaba en la lista negra de los que le estorbaban al sistema. Por ello fue exterminado en 1987, el año de la purga en Colombia. Mauricio está en su tumba cuando cae El Muro de Berlín por ello no se enteró de la ignominia que se develó detrás del telón. Así que Luz de Luna decide contarle cómo cambió el mundo después de su partida, pero sobre todo que su lucha y su sacrificio habían sido totalmente inútiles.