A buen fin no hay mal principio (1602) es una comedia romántica donde podemos ver por un lado a los viejos, representados por el rey de Francia moribundo en la primera parte, es un viejo nostálgico hasta el momento en que recupera la salud; la condesa de Rosellón, madre del joven conde Beltrán; Lafeu, el cronista y el viejo Bufón que anda por el escenario confuso y solitario sin saber qué hacer, excepto dejarnos saber su desesperación. Helena, es una de las jóvenes de esta obra, de niña fue adoptada por la condesa de Rosellón siendo huérfana de padres. Y como personaje principal de la obra, resulta ser una doncella obsesiva que desde niña sólo piensa en una cosa: casarse con el conde Beltrán, en este incesto encubierto, hasta que finalmente lo logra, cueste lo que cueste.