Durante los siglos XVI y XVII la ciencia no se entendía como enemiga de la fe sino todo lo contrario, como su mejor aliada. No obstante, a mediados del XIX las cosas cambiaron. La teoría de la evolución formulada inicialmente por Darwin abrió la puerta al materialismo metodológico; el cual promueve que la suposición de que la materia se creo así misma y que el diseño aleatorio dio lugar a la diversidad de la vida, sin la intervención de ningún agente sobrenatural, mostrando la ciencia como incompatible con la fe cristiana. A Dios por el ADN es una reflexión divulgativa sobre los orígenes, escrita por un profesor de biología y teólogo, en la que los amantes del diálogo apologético encontrarán argumentos para la defensa de la fe cristiana.