Agustín Federico, con una mano atrás, quiere cumplir lealtades; pero en su mirada proyecta un futuro mejor. Constantemente le susurra una fuerte voz interior que lo desafía y conmueve. Es una ambivalencia de pensares, sentires y haceres que no le saldrán gratuitos. Pero con mucho miedo, parece estar dispuesto a pagar el precio de sus elecciones y convertirse en lo que el deseo le llama a ser. De esta manera, invita al lector a recorrer un viaje por diferentes estaciones emocionales, sobre carriles de la tierra colorada. Lugar donde resultará clave identificar y quizás denunciar, una dinámica familiar. Mientras se gestan proyecciones de libertad, frente a un mandato, encarnizado en un universitario con piel de oveja negra.