Alejandro Rodríguez Urzúa dejó su marca y herencia en la región del Bío-bío de forma clara y de definitiva, a través de una multiplicidad de actividades no limitadas al mero acto de proyectar. Su vida estuvo llena de matices que pasaron por la arquitectura, la docencia y la política. Hace 40 años fue secuestrado y hecho desaparecer, entre muchos hombres y mujeres, por la fidelidad a sus convicciones. A pesar de ello, su testamento permanece vigente. Sus obras construidas, discretas y austeras, nos dan cuenta de un trabajo prolijo y bien planteado, de un diseño que ha trascendido décadas y que sigue despertando admiración. El manejo de los materiales, la funcionalidad, la imagen y la composición son resueltas en un balance y equilibrio expresivo que hace identificar de inmediato una obra suya. Sus obras son la concreción de su pasión por la arquitectura, de su vocación por el servicio público y de sus fuertes ideales sociales. La investigación que origino este texto contó con el aporte de los arquitectos Miguel Lawner, Osvaldo Cáceres, Pedro Tagle, Sonja Friedmann, Ernesto Vilches, Viviana Fernández y de la familia Rodríguez Whipple. Esta publicación se encuentra enmarcado en el proyecto Alejandro Presente: Memoria desde la arquitectura que aspira ser un reconocimiento póstumo para el arquitecto Alejandro Rodríguez Urzúa, con la convicción que estamos ante una posibilidad histórica de reconocer, prestigiar y consolidar a uno de los mejores arquitectos de la segunda mitad del siglo XX en Chile. Su obra es paradigma de nuestra modernidad local y modelo de estudios para las actuales y futuras generaciones de arquitectos.
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