¡Los antídotos! ¿Los necesitaste alguna vez? Supe que los antídotos eran momentáneos; sin embargo, me salvaban de la realidad. Cada antídoto es único e irrepetible, como lo son cada una de las personas. Algunos reaccionan de manera más rápida, más eficaz, más duradera; algunos son más nocivos que otros incluso. Los antídotos fueron necesarios en mi viaje hasta que armé mi propia crisálida y fue ahí que finalmente pude abandonarlos. Es que en la crisálida lo viejo muere; esa es la verdadera metamorfosis, la transformación. Las heridas de la infancia, profundas y duraderas, moldean nuestras identidades y nos instan a forjar máscaras, estratagemas sutiles para sortear los desafíos de la existencia y preservar nuestra integridad. Este viaje interior, con sus vueltas y revueltas, es la danza de la autenticidad que se entrelaza con la necesidad de sobrevivir y encontrar un atisbo de felicidad en este vasto teatro de la vida. Son los procesos, como pausas sagradas en nuestro viaje, los que se tornan esenciales. En esos instantes de quietud, nos permitimos reflexionar y transformarnos. Pues, en última instancia, la respuesta reside en nuestra capacidad de escucharnos a nosotros mismos, de sintonizar con la voz interna y actuar en armonía con nuestras más profundas creencias