—¿Te has dado cuenta? —susurró Baliseta a su lado. —¿De qué? —¡De la oscuridad! Tayishi la miró boquiabierto sin saber a qué se refería. Había bastante luz en el ambiente como para distinguir lo que sucedía a su alrededor. Los fuegos y las antorchas iluminaban la… ¡Antorchas! ¿Desde cuando habían necesitado antorchas en la aldea durante la noche? Un terrible presentimiento hizo que todo su cuerpo se estremeciera. Levantó su oscura mirada hacia lo alto, hacia los pináculos de Las Cuatro Torres. La potente luz rojiza que desde el comienzo de los tiempos iluminaba el desierto en la distancia, había desaparecido. Las Torres parecían muertas. El corazón le dio un vuelco. Se giró hacia la anciana como si ella tuviera las respuestas. —¿Qué demonios está sucediendo? Una idea bailaba en el despierto cerebro de la mujer. La cúspide de las torres se había quedado a oscuras, pero sus cimientos se habían iluminado. ¿Qué podía significar aquello? —¡Tal vez haya llegado el fin del mundo tal como lo conocemos, Tayishi!