Mi primer recuerdo de una lectura sistemática en el libro de los Hechos es a la edad de 14 años. Hacía poco más de un año que me había convertido al Señor, y su sola lectura simplemente me fascinó. ¿Cómo era posible que un puñado de hombres del vulgo y sin letras dejasen sin palabras a grandes eruditos de la Ley y las Sagradas Escrituras? ¿Cómo un hombre frágil y aquejado de dolencias físicas, como Pablo, fue capaz de sembrar el Evangelio en toda Europa, Asia y hasta los confines conocidos de la tierra, con los medios de comunicación del primer siglo? ¿De dónde provenía tanta sabiduría, tanta pasión y tanto poder? Me maravilló sobre todo, tanta misericordia y com pasión por personas desconocidas, hasta el punto de estar dispuestos a perder la vida antes que renunciar a proclamar las Buenas Nuevas de Jesús. A partir de entonces mi oración de continuo a Dios, fue: ̋Señor, dame amor y pasión por las personas que no te conocen ̋ Francisco López Taboada (autor del libro)