La historia de Israel en el último período de los jueces se narra cuando "cada uno hacía lo que bien le parecía". Inicia mostrando el fracaso del sacerdocio, pero ante las oraciones de una mujer creyente, Dios suscitó a un profeta llamado Samuel, quien promovería la renovación espiritual de la nación. Al envejecer Samuel, el pueblo solicitó un rey, y a pesar de su reticencia, Dios les concedió a Saúl. Desde entonces, Israel fue regido por una monarquía. Sin embargo, tras el fracaso de Saúl, Dios estableció a un rey acorde a su corazón: el rey David, ancestro del Señor Jesucristo.
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