El futuro de la escuela es fuente de debate y su causa probable es el surgimiento y la expansión de las denominadas TICs -una sigla que significa Tecnologías de la Información y de la Comunicación pero que connota mucho más-: además de computadoras, Internet, redes sociales, textos interactivos, realidad aumentada y una interminable lista de artilugios técnicos más o menos sofisticados y que acrecientan su número y su potencial día a día. El significado de TICs que suele brindarse parece indicar que el imperio de la vieja escuela de la tiza y el pizarrón, el ámbito de producción y distribución de saberes que había institucionalizado a la instrucción simultánea -un educador que enseña al mismo tiempo a un mismo grupo de alumnos, de similar edad o experiencia, un mismo conocimiento de similar grado de complejidad- habrá de mutar por otro, radicalmente novedoso, formato escolar. Es verdad que este relato pedagogizado de transformación radicalizada de la educación escolar no es nuevo en la historia de la educación escolar. Sólo por remontarnos,apenas,en la segunda mitad del siglo XX, la aparición del cine, de la radio y más tarde de la televisión habían generado expectativas análogas las que, con el correr del tiempo, se vieron frustradas por la capacidad y la eficacia de la escuela en el sostenimiento de sus propios dispositivos institucionales. En cuanto al mismo formato escolar, nostálgicos y entusiastas parecen no imaginar un cambio masivo o radicalizado del paisaje escolar tradicional. Parece ser que el futuro escolar, aún incorporando masivamente redes y pantallas no habrá de resignarsu matriz nuclear de la modernidad. Si todas estas predicciones son ciertas, conjeturamos que los actuales desajustes por los que transitan las instituciones escolares no están en vías de superarse.