Y señala que ello es así porque el fenómeno fundamental en la democracia es la incomprensión del totalitarismo en general y particularmente del totalitarismo comunista. Y cita ejemplos muy significativos: el de las quintas columnas políticas, porque ahuyentar los caballos de Troya sin faltar a las reglas democráticas es casi imposible, o el mito de la distensión.
Sorprende a Revel el desconocimiento de Rusia y su sistema del que han dado tantas pruebas los políticos y diplomáticos occidentales. Como ejemplos muy significativos nos habla Revel de lo que llama el mal uso de las sucesiones o milagro de Moscú y del complejo de cerco. Se refiere el primero a las tantas veces defraudadas esperanzas que suscitan en Occidente los relevos en el poder supremo del Kremlin.
Se supone entonces que un gran liberal sucederá al difunto y se proclama en seguida la necesidad de hacer concesiones inmediatas. Tan ingenua como esta posición, es la de prestarse al chantaje del complejo de cerco, uno de los más viejos trucos de la diplomacia soviética.
En una entrevista publicada en Paris-Match Revel decía a Jean Cau: Mientras los rusos no controlen la totalidad del planeta se sentirán cercados. En la entrevista Revel afirmaba que en este libro ha tratado de evitar los juicios de valor, y que el propósito esencial del mismo era el de responder a la pregunta sobre cuál de los dos sistemas, el totalitario o el democrático, está en proceso de destruir al otro. Para responder agregaba Revel es preciso ante todo examinar cuál de los dos, desde la segunda guerra mundial, ha hecho recular al otro.
A juicio de Revel el sistema totalitario es el gran ganador. Según él, los rusos han explotado muy bien la desinformación, de la que han hecho una auténtica ciencia de los fallos de las democracias, mientras éstas tienen una ignorancia fundamental de las debilidades de la sociedad soviética.
Por otra parte, afirma Revel, la lucha se desarrolla en una gran desigualdad de condiciones. En algunas democracias los comunistas tienen representación parlamentaria, forman parte de los ayuntamientos en muchos casos detentan las alcaldías, disponen de un órgano de prensa y su partido es reconocido legalmente.
Por el contrario, ningún ciudadano soviético puede crear un partido procapitalista, ni ese partido presentar candidatos a las elecciones ni conquistar alcaldías, poltronas en el Soviet Supremo o en el Politburó, lanzar periódicos anticomunistas y recibir para todo ello una ayuda financiera directa o indirecta de Occidente.
Para el autor de este libro el objetivo soviético no es la guerra. La Nomenklatura decía Revel en la citada entrevista con Jean Cau no desea morir más que nosotros. Pretende una tal superioridad militar que haga de las democracias unos esclavos políticos. Lo que se llama la finlandización.
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