Mi adolescencia es el recuerdo de unos pocos veranos y una febril impaciencia por tener el pelo largo. Ni el palacio, ni las intrigas que rodeaban a la familia Griffin, ni los sueños que me persiguieron durante esa época, ni el modo en que cambié la mirada sobre mis padres, tendrían hoy esta nitidez sino lo hubiera conocido a él.