A treinta y dos años, Federico esta todavía en busca de un objetivo: de vacaciones en México por unos meses, en pausa sabática del trabajo y de la toma de decisiones importantes sobre el futuro, se dedica a hacer excursiones en la naturaleza y no sabe qué rumbo dar a su vida. Sin embargo, el encuentro que cambia su destino está a la vuelta de la esquina: se trata de un perro que yace abandonado, atado a un árbol, herido y desnutrido. Gracias a esa criatura, rebautizada Frida, Federico dará un nuevo significado a su estadía en Yucatán, descubriendo la importancia de ayudar a los más débiles.