La existencia de la pena estatal es un continuo en el devenir de la humanidad. También lo son los estudios que se encargan de su análisis y de su justificación. Sin embargo, tras tanto esfuerzo, las soluciones a los problemas de la teoría de la pena son tan variadas como variados son los autores que se han aproximado intelectualmente a ellos. Además, de entre todas las posiciones dogmáticas, ninguna parece llevar la delantera en la dialéctica académica actual. Frente a aquel fenómeno, esta obra pretende arrancar el acercamiento a la institución punitiva desde su base, que no es otra que el comportamiento humano. Si aceptamos que el castigo estatal es una de las formas de control social de conductas, resulta interesante comenzar conociendo cómo se comporta el ser humano con relación a los fenómenos punitivos. Desde ese punto inicial se pueden confirmar empíricamente las intuiciones que se esconden tras una gran parte de las teorías de la pena y construir una justificación propia de la misma que, aceptando tanto la complejidad del comportamiento humano como la de los efectos del castigo en el mismo, reconozca una vigencia todavía muy fuerte (aunque también muy diversa) de las teorías tradicionalmente denominadas como prevención general negativa y positiva. Además, este modo de aproximación también consigue explicar la pervivencia del «irracional» pensamiento retributivo y el encaje de las más modernas teorías del fair play. En suma, facilita construir un modelo de justificación de la pena complejo y netamente consecuencialista fundamentado en realidades empíricamente constatables, lo que, por un lado, vacuna a esta posición frente a críticas puramente valorativas y, por otro, pretende que la discusión general se desarrolle sin perder de vista el mundo de lo fáctico.
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