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Apartes del prólogo Los acontecimientos europeos que comenzaron en 1812 tuvieron tan grande influencia sobre los que los siguieron más tarde, y que colocaron el control de los destinos de Europa en manos de Rusia, que estoy convencido del inapreciable valor que representa la conservación de las notas que hice, observando variadas circunstancias de aquellos días. El único fin que me llevó a escribirlas, fue tener una crónica de mi vida, de mis impresiones y de mi conducta de entonces, he llegado a mirarlas como un material indispensable para completar la parte oficial de mi correspondencia como…mehr

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Produktbeschreibung
Apartes del prólogo Los acontecimientos europeos que comenzaron en 1812 tuvieron tan grande influencia sobre los que los siguieron más tarde, y que colocaron el control de los destinos de Europa en manos de Rusia, que estoy convencido del inapreciable valor que representa la conservación de las notas que hice, observando variadas circunstancias de aquellos días. El único fin que me llevó a escribirlas, fue tener una crónica de mi vida, de mis impresiones y de mi conducta de entonces, he llegado a mirarlas como un material indispensable para completar la parte oficial de mi correspondencia como embajador, y hasta, quizás, para la historia durante esta grandiosa época. Mi objeto se verá colmado, si mis notas ayudan igualmente a formular una opinión sobre el carácter y los designios políticos del emperador Napoleón. Ellas fueron escritas en todas partes: en mi escritorio y el campo; cada día y a todas horas del mismo, y son el trabajo de cada momento. No he retocado ni disfrazado nada porque auncuando hubo instantes en que el hombre se mostró a sí mismo, era al semidiós en realidad a quien uno conocía frecuentemente. Más de una vez se me ocurrió pensar que este diario, escrito bajo los mismos ojos del emperador bien pudo caer en sus manos; pero tal reflexión no refrenó mi pluma. Este hecho es una respuesta a aquellos que tanto han proclamado que un hombre no puede nunca pensar, hablar ni escribir al lado de su rey, y que la verdad desnuda lo transformaría en su irreconciliable enemigo. Indudablemente, la verdad enfriaba su benevolencia; pero su fuerte y altivo carácter le hacía admitir todas las críticas hechas de buena fe. Yo confiaba que, no siendo mis notas sino el exacto recuerdo de lo que le había dicho, le parecerían injuriosas únicamente si las publicara como un ataque a su política y a su buena fama. Si estas páginas fueran leídas algún día y severamente juzgadas, espero que se me concederá indulgencia, considerando los acontecimientos bajo cuyo influjo fueron redactadas. El emperador estaba en Saint-Cloud. A las once en punto llegué allí (5 de junio de 1811). Su Majestad me recibió fríamente, y de inmediato comenzó a encolerizarse y a enumerar las quejas imaginarias que tenía contra el zar Alejandro, pero sin reprocharme personalmente. Habló del ucase que prohibía las importaciones del extranjero y de la admisión de los barcos neutrales americanos en los puertos rusos, lo cual, opinaba, era una infracción al Sistema Continental. El ucase del 31 de diciembre de 1810, que prohibía la entrada de mercaderías extranjeras y sedas, se proponía remediar el déficit del intercambio motivado por el constante aflujo del capital al exterior para pagar las mercaderías importadas, no pudiendo Rusia exportar ninguna ella misma. Pretendía también fomentar el desarrollo de las industrias locales Llegó a decir que el Zar iba a traicionarnos, y que se estaba armando para hacer la guerra a Francia. El emperador repitió todas las fantásticas historias que, para agradarle, se urdían en Danzig, en el ducado de Varsovia y hasta en el norte de Germania, historias de las que averiguar su exactitud hubiera sido derrochar tiempo de nuevo, como otras veces sucedió, a causa de investigaciones llevadas fuera de lugar, y otras, debido a las circunstancias. ―Admito francamente ―dijo el emperador Napoleón― que es Alejandro quien quiere hacerme la guerra. No, Sire ―repliqué otra vez―. Apostaría la vida a que no es él quien hace el primer disparo, ni el primero en cruzar sus fronteras.


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Autorenporträt
Armand Augustin Louis de Caulaincourt, más conocido como el marqués de Caulaincourt, nació el 9 de diciembre de 1773 en París y falleció en la misma ciudad el 19 de febrero de 1827. Fue un general y diplomático francés, proveniente de una familia noble.
A la edad de 15 años entró al ejército francés, pero no llegó a altos puestos. En 1792 era capitán, pero fue enviado a prisión, porque se mostró hostil a los demócratas. Meses después fue liberado, con la condición de que se actuara como simple granadero.Estuvo así durante tres años, hasta cuando por intercesión del general Hoche, fue restaurado al grado de capitán. Aun así, después de diez años de servicio, sus avances profesionales fueron muy lentos.
Ascendió a coronel en el Ejército del Rin en 1799-1800. Después de la paz de Lunéville en 1801, fue enviado a San Petersburgo por orden de Napoleón Bonaparte. Su misión era en apariencia elogiar la ascensión al trono, del zar Alejandro I pero en realidad el propósito de Napoléon era destruir la influencia inglesa en la corte de los Romanov
Al regresar a París, Caulincourt fue designado Aide de Camp de Napoleón, quien por entonces ostentaba el cargo de Primer Cónsul. Se le encargó la misión de atrapar a algunos agentes del gobierno inglés en Baden en 1804, situación que condujo a la acusación que él estuvo implicado en la detención del duque d'Enghien, que él enérgicamente negó.
Después del establecimiento del Imperio Napoleónico, en 1808Caulincourt recibió varios honores y el título de Duque de Vicenza. Un año antes, en 1807, Napoleón le envió como embajador a San Petersburgo, donde Caulaincourt trató de mantener la alianza de Tilsit. Sus tareas se asemejaban más al de un espía que al de un embajador, y aunque la ambición de Napoleón hiciera la tarea difícil, Caulaincourt se mantendría en ella durante algunos años.
No obstante que en 1810 Caulaincourt aconsejó a Napoleón para que renunciara a su proyecto de invadir Rusia. Durante la guerra acompañó al emperador, y fue uno de los que acompañó cuando Napoleón regreso sorpresivamente a París en diciembre de 1812, dejando su ejército en Polonia. En los últimos años del imperio, Cauñincourt estuvo a cargo de la mayoría de las negociaciones. Por ejemplo, firmó el armisticio de Pleswitz, en junio de 1813, representó a Francia en el congreso de Praga en agosto de 1813, y en el tratado de Fontainebleau en abril de 1814.
Durante la primera Restauración, Caulaincourt estuvo en un oscuro...