Podría decirse que Paco Cumpián es un adiestrador de versos al ritmo de las cebras en su paso. En Confín hace una mezcla muy eficiente: sostiene en una mano la tradición y en la otra la vida que pugna con su ritmo frenético. Todo le sucede al hombre que sabe detenerse: el absurdo, la contemplación, la lenta cadencia de los astros, la «enfermedad mortal» que es vivir. Pueden decirse muchas cosas de Cumpián, pero hay una que resume al poeta y al hombre: la honestidad, muy por encima de las leyes establecidas y de los juicios estandarizados, por encima de lo que se espera y por encima de todas las agujas que marcan lo exacto. Él es maestro y hombre sencillo que goza sobre la piedra el sosegado discurrir del sueño real, mientras, visualiza a su derecha a la muerte tranquila tirando piedras al río. La serenidad le ha dado el nombre exacto de las cosas. María Eloy-García