En las colonias españolas, aunque también en Europa, la palabra y el concepto de Constitución tenían acento y connotación subversivos. No es extraño que así fuera. El estado liberal -que era la materialización institucional del naciente constitucionalismo- fue el antagonista victorioso sobre el absolutismo monárquico. No es fácil precisar, siquiera con aproximación relativa, el momento histórico cuando en el ámbito de lo que hoy constituye el Estado colombiano se conoció el moderno vocablo constitución. Presumiblemente lo fue en 1787, año de la aprobación de la Constitución de los Estados Unidos, o acaso antes porque en las colonias británicas que devendrían el nuevo Estado -la Unión- la palabra tenía ya uso corriente, con sentido muy cercano al que luego -tras las revoluciones norteamericana y francesa- habría de portar. Eran los años de lo que Carl Brent Swisher ha denominado "la Constitución en embrión:". Para los súbditos granadinos que poco antes habían conocido la frustrada pero aleccionadora experiencia de los comuneros del Socorro, el acontecimiento de la creación de un moderno Estado independiente, asentado sobre una Constitución escrita, no pasó inadvertido.
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