"¡El Señor reina!" Salmo 93:1
Ningún arco iris de promesa en el "día oscuro y nublado" brilla más radiante que éste. Dios, mi Dios, el Dios que dio a Jesús, ordena todos los acontecimientos y lo gobierna todo para mi bien. "Cuando yo", dice Él, "envíe nubes sobre la tierra". No quiere ocultar la mano que ensombrece por un tiempo las perspectivas más brillantes de la tierra. Es Él mismo quien "trae la nube", quien nos introduce en ella, y en misericordia nos conduce a través de ella. Su reino lo domina todo. "La suerte está echada en el regazo, pero toda la disposición es del Señor". Él pone la carga, y la mantiene, y a su tiempo la quitará.
Ten cuidado con las segundas causas. Es la peor forma de ateísmo. Cuando nuestras calabazas más queridas son golpeadas; nuestras flores más hermosas yacen marchitas en nuestro pecho; esto es el silenciador de todas las reflexiones: "¡El Señor preparó el gusano!" Cuando el templo del alma es golpeado por un rayo, y sus pilares se desgarran: "¡El Señor está en su santo templo!" El accidente, la casualidad, la suerte, el destino, no tienen cabida en el credo del cristiano. No es un barco sin piloto que se deja a merced de la tormenta. "¡La voz del Señor está sobre las aguas!" Sólo hay una explicación para todo lo que le sucede: "¡Callaré, no abriré la boca, porque Tú eres el que ha hecho esto!"
Ningún arco iris de promesa en el "día oscuro y nublado" brilla más radiante que éste. Dios, mi Dios, el Dios que dio a Jesús, ordena todos los acontecimientos y lo gobierna todo para mi bien. "Cuando yo", dice Él, "envíe nubes sobre la tierra". No quiere ocultar la mano que ensombrece por un tiempo las perspectivas más brillantes de la tierra. Es Él mismo quien "trae la nube", quien nos introduce en ella, y en misericordia nos conduce a través de ella. Su reino lo domina todo. "La suerte está echada en el regazo, pero toda la disposición es del Señor". Él pone la carga, y la mantiene, y a su tiempo la quitará.
Ten cuidado con las segundas causas. Es la peor forma de ateísmo. Cuando nuestras calabazas más queridas son golpeadas; nuestras flores más hermosas yacen marchitas en nuestro pecho; esto es el silenciador de todas las reflexiones: "¡El Señor preparó el gusano!" Cuando el templo del alma es golpeado por un rayo, y sus pilares se desgarran: "¡El Señor está en su santo templo!" El accidente, la casualidad, la suerte, el destino, no tienen cabida en el credo del cristiano. No es un barco sin piloto que se deja a merced de la tormenta. "¡La voz del Señor está sobre las aguas!" Sólo hay una explicación para todo lo que le sucede: "¡Callaré, no abriré la boca, porque Tú eres el que ha hecho esto!"
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