La idea que la gente tiene de nosotros marítimos, especialmente de aquéllos que como yo trabajan a bordo de los barcos de crucero, es de viajar por el mundo y tener una vida aventurosa, pero en realidad no hay nada de más equivocado. Fueron tiempos duros y tristes para me y lo único con que hablaba y me desahogaba cada tarde era mi diario. Era lo único con que hablaba a corazón abierto y contaba todo de mí, sin ningún secreto o vergüenza. No sé si rehiciera todo esto teniendo la posibilidad de volver atrás. Es verdadero que los barcos me han dado dinero con que he podido hacer mis inversiones, poder y carrera en el ámbito hotelero, pero el precio que he pagado ha sido en todo caso muy alto. Mi personalidad es cambiada como por lo demás mi identidad. Me hice falta por muchos años el soporte de mi familia. Esta es la cosa que más añoro. Continúo siempre a trabajar a bordo, pero los contratos son mucho más breves, cuatro meses solamente con dos de vacación. En pocos años tengo intención de dejar los barcos, tratando de buscar un trabajo a tierra. No quiero desanimar con este libro a las personas a emprender la carrera marítima, como yo he hecho, pero quiero sólo destacar la importancia de la familia. ¡Los años perdidos con nuestros familiares no vuelven cierto atrás!