Cuando la razapa entro, cargada con el haz de leña que acababa de me rodear en el monte del señor amo, el tio Clodio no levanto la cabeza, entregado a la ocupacion de picar un cigarro, sirviendose, en vez de navaja, de una uña cornea, color de ambar oscuro, porque la habia tostado el fuego de las apuradas colillas.