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Fray Luis de León empezó a escribir "De los nombres de Cristo" en 1572, y la terminó en 1585. Se trata la obra maestra del autor, y una de las cimas de la literatura española del Renacimiento.
Aprovechando la pauta genérica del diálogo y conjugando elementos bíblicos, patrísticos y de la tradición grecolatina se alza aquí, sobre las columnas de los Nombres, una armoniosa construcción cargada de doctrina y de poesía en torno a la figura de Cristo. Al escribir este libro, tenía Fray Luis conciencia de estar abriendo un nuevo camino en la lengua castellana, con el propósito de igualarla en…mehr

Produktbeschreibung
Fray Luis de León empezó a escribir "De los nombres de Cristo" en 1572, y la terminó en 1585. Se trata la obra maestra del autor, y una de las cimas de la literatura española del Renacimiento.

Aprovechando la pauta genérica del diálogo y conjugando elementos bíblicos, patrísticos y de la tradición grecolatina se alza aquí, sobre las columnas de los Nombres, una armoniosa construcción cargada de doctrina y de poesía en torno a la figura de Cristo. Al escribir este libro, tenía Fray Luis conciencia de estar abriendo un nuevo camino en la lengua castellana, con el propósito de igualarla en nobleza con la latina, en aquel tiempo considerada la única digna para los tratados nobles. Sin renunciar a la naturalidad, acomoda Fray Luis la expresión al ritmo clásico, eligiendo las palabras más convenientes, y hasta pesándolas y midiéndolas, para lograr la armonía y la dulzura.

"De los nombres de Cristo" muestra la idea definitiva que Fray Luis de León tenía de los temas que esbozó en sus poemas en forma de diálogo ciceroniano donde se comentan las diversas interpretaciones de los nombres que se dan a Cristo en la Biblia.
Autorenporträt
Fray Luis de León (Belmonte, Cuenca, 1527-Madrigal de las Altas Torres, Ávila, 1591). España. De familia ilustre con ascendientes judíos, Luis Ponce de León estudió en Alcalá de Henares y Toledo antes de ingresar como novicio en el convento salmantino de San Agustín. Participó en las polémicas que enfrentaban a dominicos y agustinos en la universidad de Salamanca. Frente al tomismo conservador de los primeros, postuló el análisis de las fuentes hebreas en los estudios bíblicos. Cuando se difundió su traducción al castellano del Cantar de los cantares a partir del hebreo, fue acusado de infringir la prohibición del Concilio de Trento, que estableció como oficial la versión latina de san Jerónimo. Procesado por la Inquisición, estuvo encarcelado entre 1572 y 1577, al final fue declarado inocente y pudo volver a sus clases. Hombre vehemente, sufrió otra amonestación inquisitorial en 1584. Tuvo las cátedras de filosofía y estudios bíblicos, y poco antes de su muerte, en 1591, fue nombrado provincial de la orden agustina en Castilla. Dominaba el griego, el latín, el hebreo, el caldeo y el italiano. Fue admirado por Cervantes (que lo llamó «ingenio que al mundo pone espanto»), por Lope de Vega que escribió: «Tu prosa y verso iguales conservarán la gloria de tu nombre» y sobre todo por Francisco de Quevedo (quien lo consideró el «mejor blasón de la habla castellana»).