En tierras logroñesas era bien conocida la bodega Galindo. Cuando el cabeza de familia decidió retirarse, convencido de que sus tres hijos darían continuidad al negocio, Jacobo, el más joven, rechazó su oferta. Por su cabeza rondaban otros planes: acariciaba la idea de convertirse en poeta. Su sueño le condujo a Málaga, donde experimentó por primera vez la pasión, el amor, la amargura y los celos. En un desafortunado encuentro perdió la vida un caballero y, aunque Jacobo nunca se sintió culpable, decidió abandonar el país y se enfrentó a una nueva etapa en tierras extrañas. Allí el destino cruzó en su camino a una excelente mujer, junto a la cual se convirtió en padre de una maravillosa criatura. El regreso a España por motivos de herencia no resultó feliz para Jacobo, que acabó recluido en una prisión madrileña. Cumplida la condena, en su mente únicamente flotaba una esperanza: unir los cabos que le conducirían a reunirse nuevamente con su esposa e hijo, pero el sueño se alejaba sin poder contenerlo. Capulino, un desaliñado chucho que encontró casualmente cuando deambulaba por las calles de Madrid, se convirtió en su apoyo y compañero. Juntos pasaban los días y recibían los donativos de quienes se detenían ante ellos, sintiendo ternura y compasión. La continuación y el final de esta historia de amor quedan en este punto para que usted, estimado lector, los descubra sumergiéndose en las páginas de esta novela.