En la presente obra se parte del origen de la magia tradicional africana, dejando ver los errores que las divinidades, los hombres y los ancestros han cometido por su paso en esta tierra.
Para resolver los problemas que los aquejan, utilizan la fuerza vital, es decir, la magia contenida en su espíritu, en su Ori (dios personal). El hombre africano se despigmentó en su andar por el tiempo, perdiendo y ganando melanina, según la zona geográfica que habitaba y el clima que había en su hábitat. Así, el sol y el frio fueron los causantes de los cambios en la pigmentación de su piel, por lo que surgieron diferentes tonos de piel, además de distintas formas de pensar y actuar.
Si se conoce el pasado, comprenderemos el presente y proyectaremos nuestro espacio-tiempo. Hoy en día todas las culturas voltean su mirada y regresan a casa, al origen de la humanidad que es África, no sólo por la espiritualidad, sino por geoestrategia política y económica. Si el boabab -árbol sagrado de las culturas ancestrales africanas- fue castigado por sus creadores por querer ser superior a ellos, por su altura y grandeza, porque se llenó de soberbia y vanidad, motivo por el cual lo plantaron al revés. No fue una enseñanza para el boabab, sino un recordatorio para el ser humano de que debemos regresar al árbol de la palabra, a la etnofilosofía ancestral.
Para resolver los problemas que los aquejan, utilizan la fuerza vital, es decir, la magia contenida en su espíritu, en su Ori (dios personal). El hombre africano se despigmentó en su andar por el tiempo, perdiendo y ganando melanina, según la zona geográfica que habitaba y el clima que había en su hábitat. Así, el sol y el frio fueron los causantes de los cambios en la pigmentación de su piel, por lo que surgieron diferentes tonos de piel, además de distintas formas de pensar y actuar.
Si se conoce el pasado, comprenderemos el presente y proyectaremos nuestro espacio-tiempo. Hoy en día todas las culturas voltean su mirada y regresan a casa, al origen de la humanidad que es África, no sólo por la espiritualidad, sino por geoestrategia política y económica. Si el boabab -árbol sagrado de las culturas ancestrales africanas- fue castigado por sus creadores por querer ser superior a ellos, por su altura y grandeza, porque se llenó de soberbia y vanidad, motivo por el cual lo plantaron al revés. No fue una enseñanza para el boabab, sino un recordatorio para el ser humano de que debemos regresar al árbol de la palabra, a la etnofilosofía ancestral.
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