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«Si dios existiese realmente, habría que abolirlo.» Miguel Bakunin (1814 - 1876), filósofo y pensador ruso, fue uno de los principales ideológos del anarquismo colectivista o anarcocolectivismo. Es posiblemente el más conocido de la primera generación de filósofos anarquistas y está considerado uno de los padres de este pensamiento, dentro del cual defendió la tesis colectivista y el ateísmo. Al igual que Proudhon, Bakunin se acabará considerando no solo ateo, sino antiteísta, ya que se vincula la idea de Dios a la de la esclavitud humana. Dios y el Estado fue escrito entre febrero y marzo de…mehr

Produktbeschreibung
«Si dios existiese realmente, habría que abolirlo.»
Miguel Bakunin (1814 - 1876), filósofo y pensador ruso, fue uno de los principales ideológos del anarquismo colectivista o anarcocolectivismo. Es posiblemente el más conocido de la primera generación de filósofos anarquistas y está considerado uno de los padres de este pensamiento, dentro del cual defendió la tesis colectivista y el ateísmo.
Al igual que Proudhon, Bakunin se acabará considerando no solo ateo, sino antiteísta, ya que se vincula la idea de Dios a la de la esclavitud humana.
Dios y el Estado fue escrito entre febrero y marzo de 1871. Este texto no es sólo una extraordinaria aportación al materialismo de una vigencia apabullante, sino también una gran proclama libre y libertaria.
El libro incluye: Esbozo biográfico de Miguel Bakunin, por Max Nettlau.

«Tres elementos o tres principios fundamentales constituyen las condiciones esenciales de todo desenvolvimiento humano, colectivo o individual, en la historia: primero, la animalidad humana; segundo, el pensamiento; y tercero, la rebelión. Al primero corresponde propiamente la economía social y privada; al segundo, la ciencia; al tercero, la libertad.
Los idealistas de todas las escuelas, aristócratas y burgueses, teólogos y metafísicos, políticos y moralistas, religiosos, filósofos o poetas, sin olvidar los economistas liberales, adoradores apasionados del ideal, como todo el mundo sabe, se ofenden en gran manera cuando se les dice que el hombre, con su magnífica inteligencia, sus ideas sublimes y sus aspiraciones infinitas, no es, al igual de todo lo que existe en el mundo, sino un producto de la vil materia.
Desde luego podríamos objetarles que la materia a que los materialistas se refieren, es espontánea, eternamente móvil, activa, productora; la materia, química u orgánicamente determinada y manifestada por las propiedades. o las fuerzas mecánicas, físicas, animales e inteligentes que le son peculiares, no tiene relación alguna con la vil materia de los idealistas. Esta Última, producto de la falsa abstracción, es seguramente una cosa estúpida, inanimada, incapaz de dar a luz el menor producto, un caput mortuum, una repugnante imaginación opuesta a esa bella imaginación a que llaman Dios; frente a frente de ese Ser Supremo, la materia, despojada por ellos mismos de cuanto constituye su naturaleza real, representa necesariamente la nada suprema.»