Cuando todo parecía que me iba a tragar los tormentos de la vida y sus afanes, creía que era el fin triste de mis días, encontré la mano amiga de María y León. No solo encontró mi tía mis sustitutos, sino en ellos encontré la familia que Dios me arrebató. Conocí entonces que solo se quedan los huérfanos, cuando ya no pueden mandar dos pesetas para los que están allá. Fue en ese momento cuando se abrió el cielo, y con las gotas de rocío más auténticas comenzó la amistad de León; un poco después tuve la suya y usted fue mi siniestra mano y ambas hicieron posible que pronto mi hijo engendrado en medio de la nostalgia viera la luz hoy.
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