Galardonada en 2011 con el Premio Booker Ruso a la mejor novela de la década, El abuelo es una monumental obra que hunde sus raíces en la tradición narrativa de los grandes clásicos rusos. En esta oda al pasado reciente, Chudakov nos ofrece un testimonio casi enciclopédico de la vida durante todo un siglo, haciendo especial hincapié en los difíciles años del régimen soviético: el exilio, la represión, el duro trabajo, el hambre... pero también la familia, la tradición ancestral, la cultura, la libertad y la esperanza. Chebachinsk, una ciudad al norte de Kazajistán habitada por exiliados políticos, es el escenario central de esta historia que abarca las vidas de cuatro generaciones y que se desarrolla en torno a las figuras de Antón, el niño que terminará siendo un historiador afincado en Moscú, y su abuelo, un prodigio de fuerza y sabiduría que a los noventa y siete años decide convocar a la familia ante la proximidad de su muerte. "En aquel lugar descansaba el hombre que Antón recordaba desde que tenía uso de razón, en cuyo regazo se sentaba durante horas para escuchar sus historias, el hombre que le había enseñado a leer, a cavar, a serrar, a observar una planta o una nube, a escuchar a un pájaro, a oír las palabras; no sería capaz de recordar un solo día de su infancia donde no estuviese él. "Si no fuera por él, yo no sería el hombre que soy. ¿Por qué aunque siempre lo pensaba nunca se lo dije? Me parecía estúpido decir en voz alta: Te doy gracias por... Pero aún más estúpido fue no decirle nada. ¿Por qué discutía con él, incluso cuando ya lo comprendía todo? ¿Por un falso sentimiento de independencia? ¿Para demostrarme algo a mí mismo? Qué irritante debió de ser para el abuelo pensar que su nieto había cedido ante la mentira soviética. ¡Abuelo, nunca he cedido! ¿Me escuchas? Odio y amo las mismas cosas que tú. ¡Tenías razón en todo!"".