En El alumno (o El pupilo), Henry James (1843-1916) describe los pormenores que atraviesan un tutor, el joven Pemberton, y su discípulo, Morgan Moreen, un niño de gran inteligencia y sagacidad perteneciente a una familia de apariencia aristocrática. A medida que transcurre su estadía en esa casa, el joven Pemberton comienza a darse cuenta que la familia del niño, esa “banda de aventureros” como los llamaba, no pensaba pagarle por sus tareas. Por el contrario, la familia estaba convencida que quien dedicara su tiempo a educar a su hijo no merecía percibir ningún salario. La razón radicaba en que educar a un niño de esas características debería ser un placer para cualquier maestro, entonces ¿por qué pagar por ello? El convencimiento de la familia era tan fuerte que hasta el mismo maestro llegó a pensar así