El periodo que abarca desde 1648 hasta 1688 a menudo se malinterpreta como una época de calma y estabilidad en la que las monarquías se vieron obligadas a recuperar sus posiciones después de una convulsa primera mitad de siglo de guerras dinásticas y tumultos sociales. En realidad, los retos políticos a los que se enfrentaron las grandes monarquías no fueron menores que los de sus antecesoras: la amenaza otomana, los disturbios y conflictos desde las fronteras tanto en Ucrania como en los Cárpatos, la tendencia expansionista francesa o las disputas por el dominio de los imperios comerciales de ultramar estuvieron presentes a lo largo de todo el periodo. Durante la segunda mitad del siglo xvii, el Viejo Mundo fue atravesado por tensiones políticas y guerras que se fueron salvando con una frenética actividad diplomática y tratados que fueron configurando el equilibrio de poder. J. Stoye, prestigioso modernista de Oxford, relata de forma magistral todas estas cuestiones, pero sin reducir la historia de Europa a las intrigas palaciegas y a los centros de poder que decidían el destino político de los pueblos. Asimismo, el autor muestra cómo la diversidad y la vitalidad de la ciencia y la cultura europeas, a pesar de los incesantes estragos de la guerra, la peste y el hambre, arcarían el recorrido que el conocimiento y el arte seguirían durante los siguientes siglos.