La actual disolución de las fronteras de los géneros artísticos va acompañada de experimentos estéticos que renuevan la vieja pretensión vanguardista de borrar la clásica brecha entre arte y vida. Esta tendencia, que ha sido pensada en términos de "desdiferenciación de las prácticas y de los discursos artísticos", sacude, una vez más, las categorías con que la modernidad estética había configurado la singularidad de su saber. Lo que este proceso de desdiferenciación parece poner en entredicho de un modo radical es una perspectiva estética que definía lo peculiar del arte a partir del concepto de apariencia. Los ensayos aquí reunidos presentan diferentes posiciones frente a la crisis de apariencia. No obstante, todos se interrogan sobre la instancia crítica acuñada en este concepto, y cada uno asume, en un sentido amplio, los desafíos que impone a la reflexión contemporánea la evidencia del hundimiento de los horizontes categoriales que sustentaban la comprensión de las experiencias estéticas y su relación con otras esferas no estéticas.