En la Hegemonía del Dragón, conocimos las vivencias de Karl Overgaard, un valiente niño de apenas seis años, obligado a sufrir la persecución de Eleníae, la pérfida bruja de Castaryus. Ella anhelaba su corazón que, según una antigua profecía, le conferiría el poder supremo con el cual gobernaría todas las galaxias del universo.
Ahora Karl, veinte años después, se encuentra frente a la misma pesadilla. Catapultado nuevamente sobre eso, que en un tiempo fue la tierra del Dragón y que él había olvidado, vuelve a vivir extraordinarias aventuras, enfrentar nuevos enemigos, enfrentar nuevos peligros y tal vez vencer a su destino, cerrando de una vez por todas ese capítulo de muerte.
"Hace mucho tiempo, en una isla lejana, inmersa entre las olas más oscuras de los océanos ardientes, vivía un solitario dragón, un poderoso Señor con un poder infinito, dueño de miles de rostros, dominador de las fuerzas de la tierra y soberano de las artes mágicas más temibles. La omnipotencia estaba en él y por todos era temido y respetado. Por las noches surcaba el aire entre las estrellas brillantes en búsqueda de paz para su alma y entre las olas del viento navegaba su lamento, empujado a cada rincón de la Tierra. Era su grito de rabia por el amor perdido…"
Así empezaba el cuento de Albert Overgaard.
Karl tenía apenas seis años, cuando su abuela Amanda había empezado a leerle lo que había escrito su padre. Parecía el inicio de una fabula, en cambió se reveló el principio de una pesadilla. En la tranquila Silkeborg, en Dinamarca, tuvieron inicio los eventos y fue en la sala de juegos que el pequeño Karl fue raptado y llevado a un mundo desconocido, lejos de la familia, de su casa, de sus amigos. Vivió momentos angustiantes y terribles. Oprimido por la persecución de Eleníae, la pérfida bruja de Castaryus, tomando consciencia de una realidad impresionante, la verdadera existencia de la magia.
El Dragón, Dionas, Nicholas, Evolante, miles y miles de guerreros pertenecientes a cada reino de Veliria, pusieron su vida en riesgo para proteger a Karl y a la joven Ambra, los dos elementos de sacrificio tan necesarios por Eleníae, necesarios para saciar su sed de poder. La misma Karen, con tal de encontrar a su hijo, cayó en un estado de olvido profundo y, aunque engañada por Eleníae, logró a sobrepasar la barrera entre los dos mundos que, ninguno jamás, de algún modo, habría podido cruzar. Eleníae, al final, fue aniquilada, gracias al empeño y al sacrificio de muchos. Habían pasado veinte años desde que esa pesadilla se había disuelto. Veinte años, desde que el riesgo de una esclavitud planetaria fue evitada. Veinte años, desde que se festejó la victoria y se pensó que el mal no regresaría nunca más. En el pasado fue la abuela Amanda, quien descubrió, por medio de la lectura del cuento, lo que su nieto estaba enfrentando en una tierra lejana y hoy, retomando la lectura del manuscrito, Amanda descubre una realidad desconcertante. La pesadilla no había terminado y la vida de su adorado Karl, hoy con casi treinta años, estaba aún en peligro.
Ahora Karl, veinte años después, se encuentra frente a la misma pesadilla. Catapultado nuevamente sobre eso, que en un tiempo fue la tierra del Dragón y que él había olvidado, vuelve a vivir extraordinarias aventuras, enfrentar nuevos enemigos, enfrentar nuevos peligros y tal vez vencer a su destino, cerrando de una vez por todas ese capítulo de muerte.
"Hace mucho tiempo, en una isla lejana, inmersa entre las olas más oscuras de los océanos ardientes, vivía un solitario dragón, un poderoso Señor con un poder infinito, dueño de miles de rostros, dominador de las fuerzas de la tierra y soberano de las artes mágicas más temibles. La omnipotencia estaba en él y por todos era temido y respetado. Por las noches surcaba el aire entre las estrellas brillantes en búsqueda de paz para su alma y entre las olas del viento navegaba su lamento, empujado a cada rincón de la Tierra. Era su grito de rabia por el amor perdido…"
Así empezaba el cuento de Albert Overgaard.
Karl tenía apenas seis años, cuando su abuela Amanda había empezado a leerle lo que había escrito su padre. Parecía el inicio de una fabula, en cambió se reveló el principio de una pesadilla. En la tranquila Silkeborg, en Dinamarca, tuvieron inicio los eventos y fue en la sala de juegos que el pequeño Karl fue raptado y llevado a un mundo desconocido, lejos de la familia, de su casa, de sus amigos. Vivió momentos angustiantes y terribles. Oprimido por la persecución de Eleníae, la pérfida bruja de Castaryus, tomando consciencia de una realidad impresionante, la verdadera existencia de la magia.
El Dragón, Dionas, Nicholas, Evolante, miles y miles de guerreros pertenecientes a cada reino de Veliria, pusieron su vida en riesgo para proteger a Karl y a la joven Ambra, los dos elementos de sacrificio tan necesarios por Eleníae, necesarios para saciar su sed de poder. La misma Karen, con tal de encontrar a su hijo, cayó en un estado de olvido profundo y, aunque engañada por Eleníae, logró a sobrepasar la barrera entre los dos mundos que, ninguno jamás, de algún modo, habría podido cruzar. Eleníae, al final, fue aniquilada, gracias al empeño y al sacrificio de muchos. Habían pasado veinte años desde que esa pesadilla se había disuelto. Veinte años, desde que el riesgo de una esclavitud planetaria fue evitada. Veinte años, desde que se festejó la victoria y se pensó que el mal no regresaría nunca más. En el pasado fue la abuela Amanda, quien descubrió, por medio de la lectura del cuento, lo que su nieto estaba enfrentando en una tierra lejana y hoy, retomando la lectura del manuscrito, Amanda descubre una realidad desconcertante. La pesadilla no había terminado y la vida de su adorado Karl, hoy con casi treinta años, estaba aún en peligro.
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