Desde épocas inmemoriales, el ser humano ha dejado huellas de su paso por el mundo que persisten hasta ahora, y que nos interrogan con su presencia. Desde los toros de Altamira, hasta los dibujos eróticos de Picasso, y los manchones de pintura escurrida de Pollock, pasando por la Mona Lisa, los angelotes accesorios que abundan en los cuadros de Rubens, o las severas, claras, figuras de Vermeer, viviendo todavía en sus interiores cotidianos. Nos interrogan acerca de cómo fueron posibles; qué tipo de ser humano deseó perpetuarse en formas al parecer tan superfluas para el vivir práctico, tan en boga en todas las épocas; qué tipo de sociedad las permitió y veneró para cuidarlas desde siempre. Algo nos dicen desde las telas o desde el mármol. Algo acerca del hombre que las hizo; de sus sueños, sus vivencias, su habilidad reconocida por sus contemporáneos; de sus maestros y sus compañeros. Algo nos dicen acerca de nosotros mismos, cuando las contemplamos, algo nos muestran de nuestra condición humana. Este libro intenta responder a estos enigmas, y al hacerlo, vislumbrar el enigma mucho más general de las formas culturales. Para quienes los conozcan, es una continuación de otros escritos; una vuelta de tuerca sobre viejas cuestiones, que reaparecen siempre las mismas, y sin embargo, tan cambiadas que se reconocen, y al mismo tiempo se vislumbra la distancia que las separa. Se advierte en él una manera de entender la relación del hombre con el mundo, de conocerlo y de actuar. Un hombre que se mueve en una sociedad compleja, múltiple, contradictoria, espejo de un ser humano igualmente complejo, múltiple, contradictorio; desgarrado e integrado a la vez.