"Haz un censo de toda la comunidad israelita por sus clanes y familias, enumerando a cada hombre por su nombre, uno por uno. Tú y Aarón deberán enumerar por sus divisiones a todos los hombres de Israel de veinte años o más que puedan servir en el ejército." Números 1:2-3
Estos versículos nos llevan al campamento de Israel que sigue rodeando la base del Sinaí. El pensamiento cristiano -que espera los rocíos de la gracia celestial- se complace en detenerse aquí. Observemos atentamente al pueblo. La mano de Dios los arrebata de los enemigos tiranos. Un milagro de cuidado suple sus necesidades diarias. Una columna móvil guía su camino. La ley les ha sido repetida en medio de fenómenos terribles. Además, están cercados por estrictas peculiaridades de las costumbres sociales y del culto típico. Su contacto con el mundo está roto. Se mueven entre las naciones de la tierra, como una corriente que fluye por el lecho del océano, sin mezclarse con las olas contiguas. Dios está cerca, con brazos protectores, es su defensa. La bondad y la misericordia guardan sus pasos presentes. La tierra del descanso prometido es el horizonte de sus esperanzas.
Lector, estos anales son un espejo histórico. Representan el trato especial de un Padre celestial con cada hijo de la fe. En cada época y lugar hay un Israel así misericordiosamente amado, guiado y alimentado. El antitipo nunca fallará, hasta que el último cristiano termine su curso.
Por lo tanto, el estudio de esta carta nos ofrece una valiosa enseñanza. A menudo nos equivocamos y fracasamos por el escaso discernimiento de nuestro estado. La paz abundaría, y el consuelo alegraría, y la fuerza tendría más vigor, si las percepciones correctas arrojaran una luz más clara. Veámonos, pues, en la variada historia de Israel. Cada uno de nuestros pasos encuentra su contrapartida en ellos.
Estos versículos nos llevan al campamento de Israel que sigue rodeando la base del Sinaí. El pensamiento cristiano -que espera los rocíos de la gracia celestial- se complace en detenerse aquí. Observemos atentamente al pueblo. La mano de Dios los arrebata de los enemigos tiranos. Un milagro de cuidado suple sus necesidades diarias. Una columna móvil guía su camino. La ley les ha sido repetida en medio de fenómenos terribles. Además, están cercados por estrictas peculiaridades de las costumbres sociales y del culto típico. Su contacto con el mundo está roto. Se mueven entre las naciones de la tierra, como una corriente que fluye por el lecho del océano, sin mezclarse con las olas contiguas. Dios está cerca, con brazos protectores, es su defensa. La bondad y la misericordia guardan sus pasos presentes. La tierra del descanso prometido es el horizonte de sus esperanzas.
Lector, estos anales son un espejo histórico. Representan el trato especial de un Padre celestial con cada hijo de la fe. En cada época y lugar hay un Israel así misericordiosamente amado, guiado y alimentado. El antitipo nunca fallará, hasta que el último cristiano termine su curso.
Por lo tanto, el estudio de esta carta nos ofrece una valiosa enseñanza. A menudo nos equivocamos y fracasamos por el escaso discernimiento de nuestro estado. La paz abundaría, y el consuelo alegraría, y la fuerza tendría más vigor, si las percepciones correctas arrojaran una luz más clara. Veámonos, pues, en la variada historia de Israel. Cada uno de nuestros pasos encuentra su contrapartida en ellos.
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