Dos motivos llevan al conde de Ventimiglia a cruzar el Atlántico: vengar a su padre, el Corsario Rojo, y a sus tíos y encontrar a su hermana. Lo que no esperaba era verse descubierto y que se le complicaran las cosas tan pronto.
Tampoco contaba con la marquesa de Montelimar ni con el ingenio del valiente Barrejo, que no se arredran ante nada ni nadie.
Tampoco contaba con la marquesa de Montelimar ni con el ingenio del valiente Barrejo, que no se arredran ante nada ni nadie.