El manuscrito Ochtagán es un "libro maldito" que destapa las oscuras simas donde se esconde el Mal, muy a menudo disfrazado de la más alta bondad y de los conceptos más sublimes y solidarios, y hábilmente utilizado por los poderosos de todos los tiempos para conseguir sus fines empleando las más maquiavélicas estrategias, que aquí se desvelan. Julián Gutiérrez Conde sitúa al lector al otro lado del espejo, donde cada uno ha de afrontar el negativo más genuino de su ser, el retrato más negro y desolador de su propia realidad, y recorrer solitario los vericuetos más tenebrosos de sus sentimientos y de su conciencia. Todo ello sin paz ni descanso, con un vértigo que se va acelerando con la narración y que no deja escapar de ella, como un terrible remolino que nos absorbe y contra el que luchamos pero del que no es posible salir indemnes.