A menos que se sea rico, no sirve de nada ser una persona encantadora. Lo romántico es privilegio de los ricos, no profesión de los desempleados. Los pobres debieran ser prácticos y prosaicos. Vale más tener una renta permanente que ser fascinante. Estas son las grandes verdades de la vida moderna que Hughie Erskine nunca comprendió. ¡Pobre Hughie! Intelectualmente, hemos de admitir, no era muy notable. Nunca dijo en su vida una cosa brillante, ni siquiera una cosa mal intencionada. Pero era, en cambio, asombrosamente bien parecido, con su pelo castaño rizado, su perfil bien recortado y sus ojos grises. Era tan popular entre los hombres como entre las mujeres, y tenía todas las cualidades, menos la de hacer dinero. Hughie Erskine is in love and wants to marry, but the girl's father will not allow it, since Erskine has no money. Erskine's friend, Alan Trevor is a painter, and he visits him at his studio one day to find him with a pitiable beggar—the model for his painting. Erskine only has one coin, which he depends on for transportation, but he decides he can walk for a couple weeks and gives the beggar the coin. The beggar is in reality an immensely wealthy baron, having a portrait of himself as a beggar done for fun. He is so impressed by Erskine's generosity that he gives him £10,000, enough for the girl's father to consent to his proposal.