El nacimiento de la tragedia, nos conduce a un escenario muy reconocible, hoy quizá demasiado próximo para ser entendido correctamente. Lo que empezó en su día como provocación de un filólogo funámbulo haciendo equilibrios entre ciencia y arte en la cuerda floja del malestar de la cultura de la era moderna conforma hoy ya el suelo tembloroso de nuestra sensibilidad contemporánea. Por un lado, desde ahí se comprenden las rebeliones contraculturales, la desmitificación del principio de realidad burgués, la rebelión dionisiaca de la vida... Pero el viaje retrospectivo de Nietzsche al paisaje juvenil de la obra, en tanto centro neurálgico de su época, también implica acceder de algún modo a un observatorio médico en el que la cultura burguesa asiste inerme y autocomplaciente al proceso suicida de la estetización de la política