Literatura fantástica. Segundo tomo de la saga: "EL Ángel del Árbol"
Autor: Luis Felipe Cáceres Vizcarra
Más información: Facebook: @Luisfelipecv1
Pag: 318
Padre,
Mis ojos encuentran consuelo cada vez que estoy contigo, sé que han pasado muchos atardeceres desde la última vez que te visité, pero trata de comprender la pena que me agobia cuando camino en tus tierras; no es fácil para mi seguir llevando esta carga, lentamente voy sintiendo el paso de los días que se van llevando mi cordura, y tal vez bastaría con decirte que ya algunos me llaman demonio. Demonio de Lepand me dicen, y tienen razón, pues lo que he hecho es el fruto del averno, muchas vidas ahora fluyen por mis venas, sus penas y sus anhelos han sido destruidos por nuestro egoísmo. Y cada vez mi corazón se va volviendo más negro, dime cómo puedes estar tan tranquilo mientras cargo por todos esta maldición. Tus troncos secos me dan consuelo y luego me avergüenzo de la impresión, tal vez pronto las fuerzas me abandonen y podamos volver a jugar. Que locuras digo... sé que mi vida será el fin de nuestra raza en podredumbre, sé que debo luchar contra la tentación que la muerte invita, para que con una esperanza logremos sobrevivir. Pero dime padre, como puedo amarlos tanto, y destruir en su nombre la vida a su alrededor; ya ves, las lágrimas no caen y me temo que una vida más será la solución. Te amo padre...
O¿da Anamutsa, tu princesa...
Autor: Luis Felipe Cáceres Vizcarra
Más información: Facebook: @Luisfelipecv1
Pag: 318
Padre,
Mis ojos encuentran consuelo cada vez que estoy contigo, sé que han pasado muchos atardeceres desde la última vez que te visité, pero trata de comprender la pena que me agobia cuando camino en tus tierras; no es fácil para mi seguir llevando esta carga, lentamente voy sintiendo el paso de los días que se van llevando mi cordura, y tal vez bastaría con decirte que ya algunos me llaman demonio. Demonio de Lepand me dicen, y tienen razón, pues lo que he hecho es el fruto del averno, muchas vidas ahora fluyen por mis venas, sus penas y sus anhelos han sido destruidos por nuestro egoísmo. Y cada vez mi corazón se va volviendo más negro, dime cómo puedes estar tan tranquilo mientras cargo por todos esta maldición. Tus troncos secos me dan consuelo y luego me avergüenzo de la impresión, tal vez pronto las fuerzas me abandonen y podamos volver a jugar. Que locuras digo... sé que mi vida será el fin de nuestra raza en podredumbre, sé que debo luchar contra la tentación que la muerte invita, para que con una esperanza logremos sobrevivir. Pero dime padre, como puedo amarlos tanto, y destruir en su nombre la vida a su alrededor; ya ves, las lágrimas no caen y me temo que una vida más será la solución. Te amo padre...
O¿da Anamutsa, tu princesa...
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