Los pioneros eran personalidades arquetípicas americanas del Siglo XIX, que se afincaban en un territorio poco poblado, hasta lograr desarrollarlo en beneficio de una comunidad. Luego permanecían allí y eran considerados como benefactores por sus vecinos. Esta, en cambio, es la historia un pionero que llegaba con el ferrocarril, pero una vez finalizada su labor, cuando había conseguido lo que nadie en ese lugar, emprendía una nueva aventura en otro sitio. Por eso se trata de un pionero errante. Quizás este es el último pionero que, nacido en el siglo XIX, realizó su acción en el siglo XX; como el Quijote de la Mancha, que decidió ser caballero andante en forma tardía. Y pese a sus grandes logros, al igual que el caballero de la triste figura, se ve obligado a lidiar con situaciones traumáticas, trágicas y cómicas, en pos de un ideal no comprendido por quienes lo rodeaban. También, es la historia de un hombre de San Miguel, un pueblo fundado a mediados del S. XIX por la colectividad francesa. De allí escapa enfrentado a la Iglesia, a sus parientes políticos y a los militares de la guarnición de Campo de Mayo, a raíz de un hecho luctuoso y de la quiebra económica. Un sitio al que él regresa cuando el tiempo cura las heridas que motivaron su partida. Entonces, comienza otra historia ligada al arraigo y al desarrollo en su propio lugar, al que expande en nuevos barrios. Sus pobladores, además, se motorizan gracias a su intervención, en simultáneo con el cambio de la matriz de desarrollo ferroviaria británica, a automotriz estadounidense. Los personajes como este están un poco locos. Se plantean objetivos difíciles de alcanzar, y en el camino pierden bienes, años de trabajo, y hasta a sus seres queridos. Cuando gozan de una larga vida, quedan incomprendidos y señalados como excéntricos. Por eso, el protagonista se va transformando en un quijote: un caballero andante, cuyas ideas y acciones, responden a los ideales de otra época.