Poseer una gran fuerza de carácter; la confianza en sí mismo para tomar la iniciativa y triunfar; una voluntad reflexiva, decidida y tenaz; la capacidad de dominarse a sí mismo, de guiarse deliberadamente; una confianza clara, fácil y juiciosa en presencia de cualquiera; el don de influir en los pensamientos y disposiciones de los demás; el vigor mental y la destreza necesarios para superar mil tipos de dificultades: todo esto, en efecto, parece inaccesible para la mayoría de nosotros. Sin embargo, estas cosas se pueden adquirir. Este libro le mostrará cómo determinar metódicamente en usted mismo, en gran medida, todas estas cualidades. Fortalecer mediante la educación la voluntad, el poder que gobierna la conciencia, es una cuestión de ejercicio. La subordinación de las diversas actividades psicológicas al control reflexivo de la inteligencia es la mayor cualidad del éxito, porque hace que uno sea capaz de actuar a pesar de los obstáculos o las dificultades, de acuerdo con una decisión o principio fijado de antemano. En una determinada etapa del desarrollo psíquico, la voluntad está constante e íntimamente asociada al yo central. Permite que la voluntad dirija los pensamientos, modere o aumente, según el caso, las emociones o los impulsos, y reine sobre los estados sensoriales. Las voliciones precisas, continuas e intensas tienen, por supuesto, una acción mucho más eficaz a distancia que los pensamientos indecisos, fugaces y descuidados. Así, la influencia psíquica individual se incrementa reduciendo la multiplicidad de estados de ánimo y aprendiendo a pensar energéticamente. En este libro trataremos de un método de desarrollo de la voluntad; en primer lugar, del autocontrol, luego de la práctica de la influencia mental a distancia sobre una o varias personas, y finalmente de la aplicación de los métodos de condicionamiento voluntario del destino. Los primeros efectos se traducen primero en un impulso a la iniciativa mental, luego en un sentimiento de seguridad, de "poder": se tiene la conciencia de ser capaz de realizar esfuerzos de voluntad. Poco a poco aumenta el dominio de uno mismo, y pronto los sentidos, la sensibilidad y el intelecto se dirigen con la mayor satisfacción. Incluso independientemente de la influencia telepsíquica directa sobre los demás, es evidente que uno ha logrado aprender a dominarse a sí mismo, a razonar sobre sus impresiones. Una mirada que exprese determinación, un discurso preciso y juicioso, una actitud tranquila y enérgica, todo ello causa una impresión considerable. El hombre llevará a cabo lo que ha planeado de manera manifiestamente activa, con plena atención a lo que está haciendo, pasando a la hora señalada a la siguiente ocupación, manteniendo a lo largo de todas las fases de su trabajo la misma directiva que expresa la misma voluntad.