¿Qué pasó el 24 de marzo de 1976? Esta pregunta, en apariencia simple, encierra grandes discusiones. El sentido común, construido sobre la base de explicaciones interesadas, interpreta el golpe como la aventura de un puñado de militares mesiánicos y sedientos de sangre. A lo sumo, como el proyecto político de los grandes capitales y la oligarquía, que querían un capitalismo para pocos. A lo largo de estas páginas intentaremos demostrar que detrás de las Fuerzas Armadas se escondía una clase social, la burguesía. El golpe fue impulsado por el conjunto de los empresarios, grandes y chicos, nacionales y extranjeros, agrarios e industriales. Fue la reacción violenta de la clase dominante (y sus personeros) a un proceso de organización independiente de las masas, que ponía en peligro la continuidad del sistema mismo e impedía avanzar con el ajuste que necesitaban para recomponer sus ganancias. La historia la escriben los vencedores, dicen, y en buena medida tienen razón. El golpe de Estado de marzo de 1976 no es la excepción, aunque lo parezca. Las explicaciones hoy predominantes condenan una etapa de nuestra historia que consideran nefasta. Sin embargo, estas explicaciones ocultan los verdaderos intereses que promovieron el golpe. Que son los mismos intereses que conservaron la batuta con el arribo de la democracia en 1983. La dictadura encabezada por Videla, Massera y Agosti venía a poner fin a una historia de luchas iniciada algunos años antes, allá por 1969. En 1983, tras los desastrosos resultados de la Guerra de Malvinas, los militares emprendieron una desordenada retirada, repudiados masivamente. Quienes los habían llevado al gobierno, políticos y empresarios, se apresuraron a despegarse. Había llegado la hora de la democracia, aunque el poder no había cambiado verdaderamente de mano. La misma clase social, la burguesía, seguía comandando los destinos del país. Solo había cambiado la ropa de fajina por un ropaje democrático. Nacieron así las explicaciones de la última dictadura que aún hoy siguen constituyendo el sentido común sobre aquellos años. Aunque diferentes (e incluso contradictorias entre sí) son, sin embargo, explicaciones que responden a los mismos intereses sociales. Los intereses de los patrones, los vencedores de 1976 y de 1983.
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