Ocho años antes de su muerte un profeta abandona el pueblo donde ha vivido y antes de irse la gente le pide que hable de ciertos temas, cada uno de los cuales forma un capítulo del libro. Estos temas son: el amor, el matrimonio, los hijos, el dar, el comer y el beber, el trabajo, la alegría y el dolor, las casas, el vestir, el comprar y el vender, el crimen y el castigo, las leyes, la libertad, la razón y la pasión, el dolor, el conocimiento, el enseñar, la amistad, el hablar, el tiempo, lo bueno y lo malo, la oración, el placer, la belleza, la religión, y la muerte.
Por ejemplo, respecto a la alegría y el dolor dice: "Cuando estéis tristes, (...) veréis que estáis llorando, en verdad, por lo que fue vuestro deleite".
A pesar de que la obra está escrita a modo de diálogo simple entre el profeta y la gente del pueblo, las directivas que Gibrán pone en su boca invitan a reconsiderar los valores, conceptos, hábitos y costumbres de la sociedad, llevando al lector hacia una idea menos individualista y con un gran sentido de empatía con los seres vivientes, así como la mayor relevancia de un estrato espiritual subyacente a todas las acciones humanas.
Su diálogo también invita a evocar temas más profundos como a su muerte el alma dejara su cuerpo y formara parte de ese mar universal y divino.
Por ejemplo, respecto a la alegría y el dolor dice: "Cuando estéis tristes, (...) veréis que estáis llorando, en verdad, por lo que fue vuestro deleite".
A pesar de que la obra está escrita a modo de diálogo simple entre el profeta y la gente del pueblo, las directivas que Gibrán pone en su boca invitan a reconsiderar los valores, conceptos, hábitos y costumbres de la sociedad, llevando al lector hacia una idea menos individualista y con un gran sentido de empatía con los seres vivientes, así como la mayor relevancia de un estrato espiritual subyacente a todas las acciones humanas.
Su diálogo también invita a evocar temas más profundos como a su muerte el alma dejara su cuerpo y formara parte de ese mar universal y divino.