Dieu le Veut ( Dios lo quiere) era el grito de guerra de los Caballeros Templarios en las Cruzadas a Tierra Santa.
Cuando el Rey Enrique de Francia y el Papa Inocencio decretaron a comienzos del siglo XIV el fin de la Orden del Temple y quemaron a sus principales líderes, no consiguieron uno de sus objetivos principales: apoderarse del tesoro de la Orden. El mismo fue embarcado subrepticiamente en el puerto de La Rochelle hasta las costas de Escocia , y a partir de allí comenzó una larga travesía a lo largo de siglos, que llevó a una parte del tesoro a las playas de América del Sur.
Un niño halla en las playas patagónicas unas extrañas piedras talladas con fragmentos escritos en latín y una cruz de ocho puntas. Esto dispara la acción en tiempo presente, cuando las piedras son analizadas por miembros de la familia del niño, entre ellos una arqueóloga mexicana descendiente de mayas y su marido. Al percatarse del origen templario de las inscripciones, comienza una ardua búsqueda para develar el destino del tesoro. El primer contacto es un antropólogo suizo residente en la ciudad de Bariloche, en una región de lagos de la Patagonia Argentina. Una de las constataciones sorprendentes que realizan es que aún existen descendientes de los templarios formando una cofradía milenarista que propugnan los valores de sus antepasados, radicada en zonas remotas de los bosques andino-patagónicos. Hacia allí se encaminan en una expedición de investigación.
Pero su partida no pasa desapercibida a un grupo de depredadores de tesoros culturales, artísticos y arqueológicos que actúan a gran escala en forma internacional, dirigidos por un misterioso ex coronel de la KGB. Ellos envían un poderoso grupo armado tras las huellas de los exploradores.
Los científicos toman contacto con pobladores en los que reconocen a miembros de la cofradía, celosos del cuidado de su patrimonio, en el que suponen, hay no solamente bienes materiales sino uno de los objetos más sagrados para la Cristiandad según la concepción medieval.
Guiados por la arqueóloga, dotada de una sensibilidad especial para la detección de arcanos, los buscadores se dirigen a un punto inaccesible del bosque, donde presumen se halla el tesoro. Es en medio de esos parajes perdidos donde estalla un conflicto sangriento entre los bandos en pugna.
Cuando el Rey Enrique de Francia y el Papa Inocencio decretaron a comienzos del siglo XIV el fin de la Orden del Temple y quemaron a sus principales líderes, no consiguieron uno de sus objetivos principales: apoderarse del tesoro de la Orden. El mismo fue embarcado subrepticiamente en el puerto de La Rochelle hasta las costas de Escocia , y a partir de allí comenzó una larga travesía a lo largo de siglos, que llevó a una parte del tesoro a las playas de América del Sur.
Un niño halla en las playas patagónicas unas extrañas piedras talladas con fragmentos escritos en latín y una cruz de ocho puntas. Esto dispara la acción en tiempo presente, cuando las piedras son analizadas por miembros de la familia del niño, entre ellos una arqueóloga mexicana descendiente de mayas y su marido. Al percatarse del origen templario de las inscripciones, comienza una ardua búsqueda para develar el destino del tesoro. El primer contacto es un antropólogo suizo residente en la ciudad de Bariloche, en una región de lagos de la Patagonia Argentina. Una de las constataciones sorprendentes que realizan es que aún existen descendientes de los templarios formando una cofradía milenarista que propugnan los valores de sus antepasados, radicada en zonas remotas de los bosques andino-patagónicos. Hacia allí se encaminan en una expedición de investigación.
Pero su partida no pasa desapercibida a un grupo de depredadores de tesoros culturales, artísticos y arqueológicos que actúan a gran escala en forma internacional, dirigidos por un misterioso ex coronel de la KGB. Ellos envían un poderoso grupo armado tras las huellas de los exploradores.
Los científicos toman contacto con pobladores en los que reconocen a miembros de la cofradía, celosos del cuidado de su patrimonio, en el que suponen, hay no solamente bienes materiales sino uno de los objetos más sagrados para la Cristiandad según la concepción medieval.
Guiados por la arqueóloga, dotada de una sensibilidad especial para la detección de arcanos, los buscadores se dirigen a un punto inaccesible del bosque, donde presumen se halla el tesoro. Es en medio de esos parajes perdidos donde estalla un conflicto sangriento entre los bandos en pugna.
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