Imaginen por un momento ver a un robot santiguándose. Esta imagen, a la vez aterradora y esperanzadora, es la que permite a Arturo San Agustín adentrase en el umbral de nuestro tiempo, donde la explosión de la inteligencia artificial está a punto de llegar. Una explosión que sumerge en la incertidumbre a los creyentes y en la duda a aquellos que deben difundir y guiar la fe. La robótica, en su cenit, conlleva una desviación de la propia naturaleza humana y ha empezado a tomar, poco a poco, el control de nuestras vidas. Arturo San Agustín se adentra en el papado de Inocencio XIV, el primer papa catalán, para mostrarnos la debilidad de nuestra relación con la religión y con todo aquello que nos hace humanos. Una crítica luminosa sobre un mundo en disputa entre el sincretismo y la ciencia, entre la religión como extensión de la política y el catolicismo como camino.