Habitualmente pensamos en la experiencia religiosa como una serie de informaciones sobre algunos problemas más o menos importantes de la vida. Sin embargo, si acudimos a los Evangelios, podemos desilusionarnos al no encontrar ninguna respuesta clara a los grandes porqués de la vida, aunque sí podemos ver la gran atención que prestan a los sentimientos. El sabor de la vida presenta algunos signos característicos de la experiencia humana que también pueden ser reconocidos en la base de la experiencia religiosa: los afectos, las relaciones, el deseo, la narración, la imaginación, el símbolo… La vía bíblica por excelencia para el encuentro con Dios es la Encarnación; por eso, el reconocimiento de esos signos que expresan la condición esencialmente corporal de la experiencia religiosa, resulta necesario en la vida del cristiano, sobre todo en momentos importantes de su itinerario, como pueden ser la toma de estado o la relación con los demás. La exploración de estos signos puede ser un punto de encuentro fructífero entre el autoconocimiento y el conocimiento de Dios, un camino ciertamente no fácil, pero convincente, en el que se pone en juego la verdad sobre uno mismo.