EL UNIVERSAL se publicó originalmente en 1927 y se distribuyó entre los principales científicos del país. Se vuelve a publicar en este período crucial con el único propósito de volver a liberar nuevos conocimientos científicos vitales para esta nueva era- de nueva comprensión.
Hoy el mundo entero se encuentra en un estado de caos que lucha contra las fuerzas de la codicia, la envidia, los celos y el miedo. La desarmonía es generalizada. Todas nuestras relaciones humanas están en un estado de violenta agitación. La civilización está en retroceso. La ciencia se utiliza para destruir en lugar de construir.
Hablamos de la paz mundial, pero los que han de planificar el nuevo mundo no conocen la respuesta, la solución. El conocimiento actual de la relación del hombre con la naturaleza y la ley natural que controla sus relaciones humanas es, todavía, inadecuado para hacer frente a la situación.
El hombre está todavía demasiado cerca de su selva para conocer la ley que rige inexorablemente todas sus acciones y las de todo lo que hay en la Naturaleza, o para comprender que debe obedecer a la Naturaleza o autodestruirse. Todavía dominado por los hábitos de la selva, resuelve sus relaciones humanas con métodos selváticos. Las guerras y el caos mundial continuarán hasta que adquiera nuevos conocimientos aplicables al nuevo ciclo de la evolución del hombre.
¿En qué consiste este nuevo conocimiento?
Una cosmogonía coherente es muy necesaria para este nuevo día de exaltación del hombre que se avecina.
Walter Russell dedicó siete años a escribir este libro. Cuando se publicó por primera vez en 1927, obtuvo más condenas que favores de un mundo que entonces no estaba tan preparado para ello como ahora. El libro mezclaba ciencia y metafísica de una manera que anulaba su impresión sobre los físicos. Sin embargo, poco a poco, muchas de sus afirmaciones, entonces radicales, han sido verificadas por algunos de los mejores científicos del mundo y le han hecho ganar muchos adeptos.
El físico traza una clara línea divisoria entre las cosas que puede detectar de algún modo mediante la evidencia de sus sentidos y las cosas que están más allá de esa evidencia. No se niega la existencia de un "algo" más allá del alcance de sus sentidos y de sus instrumentos sensoriales, pero lo que pueda haber allí es conjetural y, por tanto, inadmisible como dato científico de carácter fiable. En otras palabras, la evidencia material que se encuentra dentro de los estrechos límites del rango de los sentidos del hombre es la única evidencia admisible para la ciencia. Pero, ¿qué ocurre con esa vasta gama que no responde a nuestros cuerpos e instrumentos sensoriales?
A lo largo de los tiempos, a unos pocos se les ha permitido cortar los sentidos que conectan la materia con su Fuente motivada en la conciencia de la Mente Universal. Estos pocos se han hecho conscientes del cosmos y han tratado de contar al mundo su simplicidad. Cada uno de ellos se ha enfrentado a una tarea imposible. Las generalidades y los símbolos que han establecido han sido descartados y relegados a la poesía o a la metafísica o al misticismo.
Hoy el mundo entero se encuentra en un estado de caos que lucha contra las fuerzas de la codicia, la envidia, los celos y el miedo. La desarmonía es generalizada. Todas nuestras relaciones humanas están en un estado de violenta agitación. La civilización está en retroceso. La ciencia se utiliza para destruir en lugar de construir.
Hablamos de la paz mundial, pero los que han de planificar el nuevo mundo no conocen la respuesta, la solución. El conocimiento actual de la relación del hombre con la naturaleza y la ley natural que controla sus relaciones humanas es, todavía, inadecuado para hacer frente a la situación.
El hombre está todavía demasiado cerca de su selva para conocer la ley que rige inexorablemente todas sus acciones y las de todo lo que hay en la Naturaleza, o para comprender que debe obedecer a la Naturaleza o autodestruirse. Todavía dominado por los hábitos de la selva, resuelve sus relaciones humanas con métodos selváticos. Las guerras y el caos mundial continuarán hasta que adquiera nuevos conocimientos aplicables al nuevo ciclo de la evolución del hombre.
¿En qué consiste este nuevo conocimiento?
Una cosmogonía coherente es muy necesaria para este nuevo día de exaltación del hombre que se avecina.
Walter Russell dedicó siete años a escribir este libro. Cuando se publicó por primera vez en 1927, obtuvo más condenas que favores de un mundo que entonces no estaba tan preparado para ello como ahora. El libro mezclaba ciencia y metafísica de una manera que anulaba su impresión sobre los físicos. Sin embargo, poco a poco, muchas de sus afirmaciones, entonces radicales, han sido verificadas por algunos de los mejores científicos del mundo y le han hecho ganar muchos adeptos.
El físico traza una clara línea divisoria entre las cosas que puede detectar de algún modo mediante la evidencia de sus sentidos y las cosas que están más allá de esa evidencia. No se niega la existencia de un "algo" más allá del alcance de sus sentidos y de sus instrumentos sensoriales, pero lo que pueda haber allí es conjetural y, por tanto, inadmisible como dato científico de carácter fiable. En otras palabras, la evidencia material que se encuentra dentro de los estrechos límites del rango de los sentidos del hombre es la única evidencia admisible para la ciencia. Pero, ¿qué ocurre con esa vasta gama que no responde a nuestros cuerpos e instrumentos sensoriales?
A lo largo de los tiempos, a unos pocos se les ha permitido cortar los sentidos que conectan la materia con su Fuente motivada en la conciencia de la Mente Universal. Estos pocos se han hecho conscientes del cosmos y han tratado de contar al mundo su simplicidad. Cada uno de ellos se ha enfrentado a una tarea imposible. Las generalidades y los símbolos que han establecido han sido descartados y relegados a la poesía o a la metafísica o al misticismo.