Un extraño llega en taxi una mañana a Labriegos. Lo hace cargado de libros y con claras intenciones de quedarse. A falta de un nombre propio y confiando en un vago rumor, en el pueblo comienzan a llamarlo el Endocrino, apelativo al que el forastero responde de buen grado. Afable y buen conversador, pronto demuestra poseer una sutil capacidad de observación y análisis que lo convertirá en una suerte de sabueso rural, de investigador de misterios domésticos, ocupación que acabará cambiando por la de sabio diletante, con ambiciosos proyectos en los campos de la botánica, la sociología, la psicología o la historia. Sin embargo, decepcionado por sucesivos fracasos en cada uno de esos ámbitos, verá en la súbita, inexplicable detención de la Tierra en su órbita celeste, en el encierro del planeta en un verano interminable, además de una llamada del Destino, una oportunidad de oro para resetear, para arrancar de cero el conocimiento humano con el objetivo último de lanzarlo más allá, de hacerle sortear sus límites, y eso le llevará a emprender una agreste aventura en solitario, un proceso de indagación en la naturaleza que le obligará a retrotraerse a los orígenes de la ciencia y el lenguaje, a un tiempo de incertidumbre, el tiempo de la épica y los héroes.