De vuelta a Nuoro después de cuatro años de detención en la península, Elias Portolu ya no es el mismo: pálido y apático, no consigue reintegrarse al ambiente agropecuario del que proviene. La ilusión de poder volver a la vida de antes, pasada junto a su padre y sus hermanos en las tancas de la familia, desaparece la misma tarde de su llegada, cuando conoce a una mujer prohibida para él: la novia de su hermano. Los buenos consejos que está buscando no son suficientes para empujarlo a confesarlo todo ni renunciar a Maria Maddalena, que corresponde sus sentimientos. Si ni siquiera las bodas recién celebradas pueden impedir el adulterio, a Elias le queda tan solo la elección del sacerdocio como prisión en la cual expiar sus culpas y huir del deseo. Sin embargo, la muerte imprevista de su hermano y el nacimiento de su hijo ilegítimo enfrentan otra vez al joven a un dilema desgarrador. Deledda se concentra en el tormento interior del protagonista, dejándonos la duda de si su verdadero pecado ha sido el de no reprimir una pasión o no haber tenido el valor de darle rienda suelta.